La belleza de lo grotesco…
A lo largo de los siglos han existido diversas definiciones para la belleza y para la fealdad, incluso ha habido guerras por culpa de ellas, y habrá quienes prefieran vivir en un mundo lleno de belleza o quienes encuentren exquisitez en la fealdad y en lo grotesco; pero cierto es, que no existiría una sin la otra, nacieron juntas y estarán ligadas eternamente para goce o no de aquellos que las admiramos.
Definir es limitar, y ni la belleza ni lo grotesco pueden ser definidos del todo, ya que son abstractos, son ilimitados y dependen mucho de la percepción de los ojos que los miran, los escuchan o los sienten. Sin embargo claro está que existen cánones hacia uno y hacia el otro, existen reglas y acotaciones para distinguir entre ambos, mismas que fueron creadas desde el principio de los tiempos, quitando a las demás generaciones la habilidad de crear su propio criterio, ya que alguien lo hizo antes, ocasionando así que todos, sin excepción alguna, tengamos dichos cánones en automático, he incluso hemos erradicado cosas que nuestros antepasados consideraban hermosas, por adoptar cánones o percepciones de otras culturas.
Y si algo a logrado captar la esencia de las cosas, personas, lugares, espacios, tiempos… (entiéndase esencia como aquella característica o sentimiento que algo produce, independientemente de la percepción que se le tenga) es el arte. El arte ha plasmado los más bellos sentimientos al mismo tiempo que ha plasmado nuestros más grandes miedos, todo naciendo de la cabeza, del cuerpo de un autor. Y es aquí, entonces, que empieza la verdadera batalla entre lo bello y lo grotesco, aquí es cuando el hombre toma como bello aquello que le produce satisfacción, y cómo grotesco aquello que le produce horror.
Pero ¿por qué plasmar fealdad, horror y temor? ¿Qué necesidad nos lleva a plasmarlo? Pero sobretodo ¿Qué necesidad y qué impulso nos lleva a admirarlo, a querer verlo, sentirlo o escucharlo?
Quizá sea una manera de autoflagelación, o quizá sea por que es el único medio donde es “aceptable” admitir el gusto por el lado oscuro de las cosas, el gusto por lo prohibido, por lo obsceno, lo cruel y lo grotesco. O quizá sea para contrarrestar la belleza que nos produce otro tipo de arte, para conocer otro tipo de expresiones o de sentimientos, quizá por que no las conocemos, queremos conocerlas o incluso por que encontramos empatía en ellas.
Aunque también puede haber otra razón por la que algo nos impulsa a ver, admirar y disfrutar de lo grotesco… quizá es porque simplemente lo encontramos hermoso, quizá tanta realidad, tanto horror y visceralidad, lo encontramos curiosamente atractivo, cómo una flor que creciera en el desierto, donde hastiados que tanta arena encontramos belleza en lo diferente, aunque sea moral y socialmente incorrecto.
Sin importar la razón que sea, hay que admitir que en lo bello encontramos cosas grotescas, al igual que en lo grotesco encontramos cosas bellas. Todo depende de lo que realmente queramos encontrar.
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