La comunicación humana a nivel cultural representa distintas normas, estructuras y códigos que forman así un desarrollo cognitivo y reciproco entre dos personas.
Los códigos establecen un entendimiento a partir de un significado que a su vez responde a otro significante, estos pueden ser redundantes, es decir, entre las posibilidades preestablecidas de nuestros códigos, que a su vez pueden crear, facilitar y asumir más indicaciones, señalando distintos niveles, yendo así por ejemplo, desde un estado de tranquilidad a uno de peligro.
La transmisión de estas señales se fundan en una elección alternativa que podemos definir entre si y no, comunicándolos en un mecanismo sucesivo de selecciones alternativas, siendo la herramienta binaria más sencilla para describir la transmisión de una información.
Incluso se ha sugerido que en sistemas más complejos como lo es lengua hablada se puede obtener información por medio de disyuntivas binarias; por ejemplo los fonemas al ser breves emisiones vocálicas por si mismas no tienen un significado en si, pero si a este le combina un fonema que lo anteceda, cambiara el significando del mismo; pero el valor de información no se identifica con la noción que nos es comunicada, puesto lo que es comunicado no tiene importancia, si no el número de alternativas para definir el acontecimiento.
La información consiste más en lo que puede decirse, que en lo que se dice, es la posibilidad de selección en la elección de un mensaje. En este sentido el código, es simplemente un sistema codificable; por ejemplo, si a nuestro destinatario se le comunicara peligro, y este a su ves la asociara con tocar la alarma, se ha integrado un código connotativo que le permite establecer una relación equivalente entre peligro y tocar la alarma.
De tal manera el concepto de la situación se presenta como el contexto que determina la elección de un código con respecto a otro, ya que el estudio semiótico del significado siempre busca la verdad, o mejor dicho la posibilidad entre la falsedad y la verosimilitud a partir del entorno y experiencia del receptor, convirtiéndolo en un interpretante del mensaje, y a la semiótica en una ciencia rigurosa de los fenómenos culturales.
El significado contextual regularmente no recurre a una solución de tipo mental, la denotación se convierte en la referencia inmediata que el código asigna dependiendo la cultura.
Las circunstancias no cambian solamente el sentido del mensaje si no incluso llegan a cambiar la función y el grado de la información, creando distintos significados a partir de un significante.. Este cruzamiento de circunstancias ideológicas, junto a la cantidad de códigos hacen que el mensaje ahora se presente como una forma vacía a la que pueden atribuirse diversos sentidos; dándole un valor consistente a la información a partir de la riqueza en sus selecciones posibles. Generando juicios analíticos o sintéticos con referencia a los códigos existentes y no a las presuntas cualidades de los objetos.
Por lo tanto un juicio semiótico prevé el código y uno factual no dice lo que se prevé enriqueciendo así al código.
La semiótica sabe que el mensaje crece, pero ignora como lo hará, delimitando un campo de libertad más allá del cual no pueden reconocer un campo de determinación que constituye la fuerza de su diagrama estructural y capacidad para ofrecer junto a una obra vacía las indicaciones para conceptualizarlas.
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